Las bolas se deslizan arriba y abajo, y revolucionan alrededor de los tubos de acero, impulsadas por los chorros que emanan de su base. Los tubos son los ejes de giro y deslizamiento de esta particular constelación planetaria que forman las bolas. Estas últimas, si no se ejerce ninguna fuerza sobre ellas, se mantienen a una altura determinada en función de la presión de los chorros. En cambio, cuando los niños interaccionan con ellas, cambian su posición.
Los niños pueden presionar las bolas hasta la base y, al soltarlas de repente, observar cómo suben impulsadas por los chorros, en un movimiento de oscilación, hasta que se detienen al encontrar de nuevo el punto de equilibrio. También pueden hacerlas girar, pisarlas o subirse a horcajadas sobre ellas, como si de un caballo de tiovivo se tratara. O pueden lanzarlas hacia arriba para verlas detenerse sobre los chorros, de nuevo, en el punto de equilibrio.
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